Petrona (Nota: Victor Maldonado)



Un salón comedor ambientado en la década del ’60. 11 personajes en escena que incluye una familia de 8 personas: una abuela, 2 parejas y 3 familiares que podrían ser hermanas o primas, una relación que nunca queda especificada. Finalmente, tres personas que cumplen las funciones de mayordomo y sirvientas.
Basado en el libro “Las recetas de Doña Petrona” esta obra del dramaturgo Mariano Dossena investiga el imaginario social argentino a través de la lectura e interpretación literal de la mítica cocinera argentina.
El elenco se mueve por el escenario de manera coral y coreográfica de acuerdo a la música que se repite durante varias veces en la obra. Los diálogos se presentan a primera vista de manera inconexa e incomprensible, pero al poco tiempo el espectador descubre en cada personaje un listado de instrucciones que incluyen consejos para la conservación de manteles, cocina, bandejas, uso de repasadores, cubiertos, batería de cocina, las ventajas de ciertos tipos de materiales y los beneficios de la vida moderna, entre otras series de recomendaciones. Cada monólogo se interrelaciona en diálogos que juegan con una actitud corporal que nunca produce un contacto lingüístico real entre los personajes involucrados.
La obra se presenta como una búsqueda y una propuesta que por momentos desconcierta a todos los presentes, pero que también permite el interesante juego de descubrir en cada palabra manifiesta la gran penetración cultural que tuvo Doña Petrona en la sociedad argentina, entender nuestra forma de ver y leer lo cotidiano.
La disposición espacial de la sala, un gran rectángulo donde un extremo es ocupado por las butacas, hace que la iluminación juegue un papel fundamental para priorizar un lugar u otro del espacio.
Las interpretaciones son acertadas, con algunos roles más destacados que otros en relación a la cantidad de texto de cada personaje. Finalmente, dos detalles a tener en cuenta: al ingresar a la sala se entrega a cada uno de las personas que forman parte del público un medallón de chocolate con el nombre de la obra y al finalizar la función se incluye un plato de comida casera que se entrega en un salón anexo, lugar que permite completar una experiencia que para algunos puede ser rara, demasiado experimental o totalmente placentera.

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